La envidia es una emoción negativa que surge,  cuando alguien percibe que otra persona posee algo que ella desea tener. Sean cualidades,  posesiones o logros, la envidia suele acompañarse de resentimientos, frustraciones o inferioridad hacia la persona a quien se envidia. En el siguiente pasaje, leeremos la exhortación del apóstol Santiago, acerca del egoísmo y de la envidia. Ambos no hacen parte de la sabiduría divina, ilógico pensar que procedan del corazón de Dios. Los hermanos de José le envidiaban por ser el hijo favorito de Jacob. El desenlace de la mala actitud de ellos terminó: Tirándolo en una cisterna, venderlo como esclavo, mentirle a su padre haciéndole creer que la túnica que le había obsequiado, estaba manchada de la sangre de la fiera, que lo había matado. ¿Cuántos pecados cometieron éstos hermanos? Todo producto de una misma raíz llamada: ENVIDIA. Por eso debemos cuidarnos de no albergar en el corazón ese horrible sentimiento hacia nadie.

No envidies a compañeros de trabajo, ni del ministerio en el cuál sirves en la Iglesia. Tampoco tengas rivalidades con tu cónyuge por diferencias culturales o de formación intelectual. No hay mejor desprecio que no tener aprecio por los logros y virtudes de los demás. Alégrate por todo lo bueno que los demás les ocurra o les pase. Si eres tú el blanco de envidias, no te sientas incómodo sino más bien siéntete agradecido con Dios, porque ERES TIERRA DESEABLE Y TIENES COSAS MUY ESPECIALES QUE DIOS TE DIÓ. Toma la envidia que te tienen como un propósito de Dios, para seguir creciendo en tus cualidades positivas. Nunca te olvides de ser generoso para enseñar y darle a otros, de lo que Dios te ha dado. Recuerda que El no ha terminado contigo. Suscríbete a éste blog y recibirás notificación cada vez que suba un nuevo artículo. Comparte el enlace de éste mensaje con tus amigos y familiares. Abrazo fraterno para todos.

Pr. José Ángel Castilla